valle del chihuio

El Valle de Chihuio, en la cordillera de la comuna de Futrono, a pocos kilómetros de la frontera con Argentina, forma parte del cordón de bosques templados lluviosos de los Andes Australes declarados Reserva de la Biósfera por la UNESCO y catalogados como unos de los remanentes boscosos más grandes y ecológicamente intactos del Planeta por el Instituto Mundial de Recursos.
Sin embargo, la realidad nacional está lejos de cumplir con los estándares internacionales que esta categorización conllevaría y responde más bien al panorama ambiental ampliamente normalizado estos últimos años en el Sur de nuestro país.
Así, luego de una historia maderera intensa en el siglo pasado, las actividades y estrategias humanas en las entrañas del bosque se han intensificado: al explosivo fenómeno de las parcelaciones de tierras de alto valor ecológico, que amenaza por desmembrar irreversiblemente lo poco de Naturaleza que permanece sin mayor intervención, a la existencia de un marco legislativo regulador deficiente de las actividades humanas en los bosques, a la falta de recursos económicos y legales de las actuales Instituciones protectoras, se suman usos y costumbres de un mundo rural que parece haberse desconectado en parte del equilibrio natural que lo sustenta – resultado entre otros factores, de la infravaloración a nivel mundial de la Naturaleza, de la precariedad económica o de la suplantación de los saberes ancestrales a favor de las ideas modernas del progreso y desarrollo – perpetuando silenciosamente la tala de arboles centenares irremplazables para la generación de leña, la quema de espacios boscosos frondosos para limpieza, las prácticas de agroganadería sin planificación, el abandono de perros y gatos que terminan asilvestrándose, la práctica de deportes motorizados que erosionan y perturban al ciclo de la vida en los bosques, la caza y la pesca furtiva haciendo peligrar la preservación misma de las especies, etc.
Estamos actualmente viviendo las consecuencias de una triple crisis ambiental – cambio climático, contaminación y perdida de la biodiversidad mundial – con eventos climáticos cada vez más extremos – olas de calor, incendios, inundaciones y aluviones – donde las poblaciones rurales se verán, sin lugar a dudas, aún más vulneradas por el impacto exponencial y mayormente desconocido de este escenario.
Priorizar la protección efectiva de los bosques maduros como ecosistemas irrecuperables, evitando su degradación y deforestación, mitigar la crisis hídrica, conservando las cuencas hidrográficas es ciertamente el pilar fundamental para un desarrollo y bienestar humano resiliente y realmente sostenible.